miércoles, 25 de enero de 2012

Un día de esos

Cuando desperté esta mañana y encendí la luz de mi habitación, supe que hoy iba a ser 
un día de esos. 
En los que por más que te frotes los ojos, todo se ve de un sólo color. 
Uno de esos días
en los que te quedarías acostada, dejando que emane de tu interior un manantial de lágrimas. 

Pero es la propia vida la que te empuja a levantarte, la que te dice que no te puedes permitir perder el tiempo con tus cosas, que tienes que salir y cumplir con tus obligaciones. 
En un alarde de responsabilidad, saltas de la cama. 
Vas a tu armario, camiseta gris para hoy… 
Una vez más, el destino te envía una señal: 
hoy será un día de esos. 

En los que ni el más caliente de los cafés puede hacer que tu corazón deje de tiritar. 
Aún así te lanzas, sales a la calle con la esperanza de que alguien te pueda hacer sonreír. 
Buscas entre la gente y entiendes que hoy sólo puede conseguirlo él… Pero él no está. 

Asumes que hoy tenía que ser un día de esos y decides volver a casa, desnudarte, meterte en la cama y llorar… 

Llorar hasta conseguir quitarle la ropa a tu alma, para que abrazada a tu cuerpo, recupere las ganas de salir de su lecho.

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